Asomándome al muro...

Si mi amiga la distancia es dura, mi amigo el crono no se queda atrás. La primera te apea de poder entablar conversación con la segunda, y la segunda te eterniza la primera hasta límites insospechados. Hoy era uno de esos días señalados en el calendario de mi entrenamiento ya que nos asomábamos por segunda vez al abismo que supone el km 30, para saludar al tío del mazo que a partir de ahí aparece en cualquier km para atizarte cuando menos te lo esperes. Pero esta vez, lo hacía contrarreloj. La exigencia era máxima ya que tenía que bajar de las 2h 25min ó lo que es lo mismo 5min/km. 
A pesar de contar ya con unos km encima, me sigue resultando muy difícil saber dosificarme y conocer el ritmo que puedo llevar hasta qué km; ya que traspasando el 21, las fuerzas, los km y el ritmo se introducen todos en la batidora y pueden salir cada uno como menos te lo esperes, tanto que hay que ir guiándose por las sensaciones que se tengan ese día en cada km. Por eso, forzar para mantener un ritmo alto desde el principio es muy arriesgado y puedes darte de bruces con el muro mucho antes de lo que te imaginas. Hoy ha sido uno de esos días donde he trabajado más la fuerza mental que la de mis músculos, sobre todo cuando a partir del 21 los calambres en mis isquios hacían acto de presencia. Paso a paso, km a km, he ido escribiendo toda un oda a la constancia, marcando un ritmo que oscilaba apenas unos segundos de un km a otro, manejando la distancia y el crono a mi antojo hasta que decidí deternerlos. 
El resultado, los 29km más rápidos que he hecho nunca, en mi 20º día consecutivo de carrera. Porque dos palabras me valen más que cualquier dopping...

¡¡VAMOS BUYO!!




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