Un sufrimiento necesario...
La ilusión de un nuevo reto comenzaba en el nuevo año a dar cuerda a este
motor que poco le hace falta para ponerse en marcha. Pero al hacerlo, sólo
funcionaba al ralentí, así que había que enchufarle una buena dosis de
adrenalina para ir cogiendo ritmo. Y que mejor forma de encender la mecha que
una carrerita. El ritmo de competición es el único que puede sacar al corredor
del aletargamiento de un entrenamiento
monótono y comprobar verdaderamente dónde te encuentras actualmente. Así pues,
una vez dispuesto a enfrentarme al asfalto de forma asidua, necesitaba ese
ritmo para comenzar a sufrir. El sufrimiento es necesario. Más que necesario
diría que es imprescindible. Y es que sólo sufriendo eres capaz de saborear las
mieles de tus límites y con ese regusto amargo aumentar exponencialmente el
deseo de ir posponiendo ese momento de agonía más y más hasta hacerlo coincidir
con tu objetivo. Sin sufrimiento no hay gloria.
Con esta idea, el domingo nos plantamos mi cuñado, Yoli y yo en el
XXII Cross Pinar de La Barrosa, y pudimos comprobar como habíamos elegido la
carrera perfecta para sufrir. Un continuo camino curvo, arenoso y con
desniveles que hacían que la meta pareciera más lejana a cada vuelta que
repetías al circuito. El resultado, mi cuñado acordándose de mí en su reestreno
como runner, Yoli sumando una nueva meta y ya van 4 y yo echando el resto en la
entrada a meta después de lo previsible: haber sufrido durante todo el camino y
sin poder llevar el ritmo que quería. Hasta Elenita se unía al numeroso grupo de pitufos para sumar una medalla más.
Con la vista ya puesta en el maratón de Madrid, lo
bueno empieza ahora…¿Hasta dónde seré capaz de llevar mi límite?
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