Breña 2014...
Lo vivido en esta Breña ha sido realmente impresionante y una experiencia digna de relatar. Como siempre en una carrera pasas por un montón de etapas y por tu cabeza los pensamientos cambian continuamente, pero en una como ésta, más aún. Y estas fueron más o menos las etapas de mi Breña...
Los presagios eran ciertos. Y es que el día anterior me temía lo peor, pero nunca imaginé que tanto. Bastaron 6 km para darme cuenta dónde me había metido. De tregua tan sólo los primeros 400m de asfalto, que dieron paso a tramos inclinados de arena que no cesaron en los primeros km. Se puede decir que iba con los brazos abajo a pesar de haberme colocado bien en la salida, ya tenía en mente que me iban a ir pasando a medida que avanzara la carrera.
La esperanza. El primer trozo de sendero compactado me supo a gloria y fue la primera vez que pude intentar marcar algo de ritmo. Pero tan dulce como efímero volvimos a la arena y los pinares. A pesar de ello estoy situado el 10º en la carrera y aunque una sombra de color rojo me acecha, no pierdo de vista en la distancia a algún que otro corredor que llevo delante. Estamos aproximadamente en el km 10.
Subida entre pinares. No bastaron las cuestas, sino que había algún tramo digno de escalar, esquivando troncos, piedras y matojos. En el primero de ellos intento mantenerme fuerte al ver que el rival que tengo delante suaviza el ritmo hasta llegar a andar. Me obligo a subir corriendo a pesar de la dureza. Al llegar arriba mi ritmo ha bajado considerablemente y el corredor que andaba me alcanza de nuevo a base de zancadas. Aprieto dientes y a seguirle. Consigo que sucumba en un par de kilómetros.
Estoy en carrera. Zigzagueando entre arbustos a la velocidad de un conejo y jugándome la integridad de mi tobillo en no pocas ocasiones, parece que el no rendirme ha hecho que cambien las tornas en mi mente y paso por unos km, que aunque duros, son realmente buenos, porque he ido dando alcance con cuentagotas al 8º y 7º (al menos esos eran mis cálculos). Era muy difícil subir el ritmo para dejar atrás a cualquiera de ellos, pero aprovechando el momento justo para apretar, conseguí despegarme de cada uno de ellos. Voy muy justo. Tanto es así que adelanto la ingesta de mi segundo gel al km 19. En el último control del dorsal pregunto mi posición. Me aseguran que voy 7º y decido ir a por la carrera a pesar que la sombra roja me seguía de cerca. No sabía bien qué me esperaba.
Cuesta abajo. Una vez en la cumbre de la carrera nos esperaba el mirador de Trafalgar y unas impresionantes vistas de la costa, unidas a una bajada por un cómodo sendero. Este es mi terreno y alargando zancadas me voy aproximando al sexto corredor con mi inseparable sombra detrás. A estas alturas de las carreras las posiciones están prácticamente decididas, aunque sabemos que no se acaba hasta el final, pero es complicado que el que se haya mantenido hasta entonces decaiga. Lo cierto es que me estaba exprimiendo de lo lindo y en ese punto podía decir que iba apretando, así que no era raro que con los metros se fueran limando muy poco a poco las distancias con respecto al siguiente runner. Al adelantarlo no alcanzo a soltar más que un jadeo de ánimo, que más bien era para que lo compartiera conmigo, más que para que se lo quedara.
Exhausto. Voy 6º y lo sé a ciencia cierta. Quedan "sólo" 6 km y sé bien que como hay premios no acumulativos para la general, estoy subiendo al podio en esos momentos. Pero lo que también sé es que la sensación de fatiga que llega a tu cuerpo cuando ya no puedes correr más, no cuando no puede correr más rápido, sino la de no poder arrancar una zancada más, ha llegado a mi. Hacía bastante tiempo que no saboreaba esa agonía, pero debía seguir moviendo un pies tras otro...
Los kms pasan lentos...quedan 5 y me siento perseguido de cerca. Son 50 metros los que llevo marcándole al corredor de rojo que me lleva persiguiendo a esa distancia desde el km 10. Agonizando por el cansancio extremo mis pies se sienten obligados a continuar su camino porque mis ojos han divisado algo. Es el quinto que está a vista de pájaro. Se despierta en mi el deseo de avanzar poco a poco como había hecho hasta ahora, pero de repente me encuentro con esto...
Los presagios eran ciertos. Y es que el día anterior me temía lo peor, pero nunca imaginé que tanto. Bastaron 6 km para darme cuenta dónde me había metido. De tregua tan sólo los primeros 400m de asfalto, que dieron paso a tramos inclinados de arena que no cesaron en los primeros km. Se puede decir que iba con los brazos abajo a pesar de haberme colocado bien en la salida, ya tenía en mente que me iban a ir pasando a medida que avanzara la carrera.
La esperanza. El primer trozo de sendero compactado me supo a gloria y fue la primera vez que pude intentar marcar algo de ritmo. Pero tan dulce como efímero volvimos a la arena y los pinares. A pesar de ello estoy situado el 10º en la carrera y aunque una sombra de color rojo me acecha, no pierdo de vista en la distancia a algún que otro corredor que llevo delante. Estamos aproximadamente en el km 10.
Subida entre pinares. No bastaron las cuestas, sino que había algún tramo digno de escalar, esquivando troncos, piedras y matojos. En el primero de ellos intento mantenerme fuerte al ver que el rival que tengo delante suaviza el ritmo hasta llegar a andar. Me obligo a subir corriendo a pesar de la dureza. Al llegar arriba mi ritmo ha bajado considerablemente y el corredor que andaba me alcanza de nuevo a base de zancadas. Aprieto dientes y a seguirle. Consigo que sucumba en un par de kilómetros.
Estoy en carrera. Zigzagueando entre arbustos a la velocidad de un conejo y jugándome la integridad de mi tobillo en no pocas ocasiones, parece que el no rendirme ha hecho que cambien las tornas en mi mente y paso por unos km, que aunque duros, son realmente buenos, porque he ido dando alcance con cuentagotas al 8º y 7º (al menos esos eran mis cálculos). Era muy difícil subir el ritmo para dejar atrás a cualquiera de ellos, pero aprovechando el momento justo para apretar, conseguí despegarme de cada uno de ellos. Voy muy justo. Tanto es así que adelanto la ingesta de mi segundo gel al km 19. En el último control del dorsal pregunto mi posición. Me aseguran que voy 7º y decido ir a por la carrera a pesar que la sombra roja me seguía de cerca. No sabía bien qué me esperaba.
Cuesta abajo. Una vez en la cumbre de la carrera nos esperaba el mirador de Trafalgar y unas impresionantes vistas de la costa, unidas a una bajada por un cómodo sendero. Este es mi terreno y alargando zancadas me voy aproximando al sexto corredor con mi inseparable sombra detrás. A estas alturas de las carreras las posiciones están prácticamente decididas, aunque sabemos que no se acaba hasta el final, pero es complicado que el que se haya mantenido hasta entonces decaiga. Lo cierto es que me estaba exprimiendo de lo lindo y en ese punto podía decir que iba apretando, así que no era raro que con los metros se fueran limando muy poco a poco las distancias con respecto al siguiente runner. Al adelantarlo no alcanzo a soltar más que un jadeo de ánimo, que más bien era para que lo compartiera conmigo, más que para que se lo quedara.
Exhausto. Voy 6º y lo sé a ciencia cierta. Quedan "sólo" 6 km y sé bien que como hay premios no acumulativos para la general, estoy subiendo al podio en esos momentos. Pero lo que también sé es que la sensación de fatiga que llega a tu cuerpo cuando ya no puedes correr más, no cuando no puede correr más rápido, sino la de no poder arrancar una zancada más, ha llegado a mi. Hacía bastante tiempo que no saboreaba esa agonía, pero debía seguir moviendo un pies tras otro...
Los kms pasan lentos...quedan 5 y me siento perseguido de cerca. Son 50 metros los que llevo marcándole al corredor de rojo que me lleva persiguiendo a esa distancia desde el km 10. Agonizando por el cansancio extremo mis pies se sienten obligados a continuar su camino porque mis ojos han divisado algo. Es el quinto que está a vista de pájaro. Se despierta en mi el deseo de avanzar poco a poco como había hecho hasta ahora, pero de repente me encuentro con esto...
¿Cómo me voy a enfrentar a esto ahora? Intento no pensar y preocuparme sólo del siguiente paso que debo dar. Mis piernas apenas responden. Mi cabeza ha trabajado ya demasiado...recuerdo la frase..."Quien resiste vence"...comprendo que no habían podido escoger un lema mejor para la carrera. Tras las dunas un sendero nos da respiro y tras una persecución que me parecieron horas...el quinto comienza a andar. No me lo puedo creer. Imaginaos la dureza de la prueba para que el corredor que va en quinta posición se ponga a caminar y cuando paso por al lado para animarlo me diga que es no puede más. Estamos en el km 25.
El podio me llama. Rezo para que el sendero nos conduzca hasta meta, pero nos vuelven a meter por la breña y para sorpresa mía tramos de cuestas que a esa altura de carrera me parecieron excesivamente crueles. Ahora soy yo el que comienza a andar. No lo había hecho nunca. Agachado, apoyándome sobre las rodillas y tambaleándome supero los últimos tramos de arena volviendo, no sé cómo, a volver a correr tras cada subida. Enfilando la carretera queda un km y medio. Sigo manteniendo a ralla al de rojo. Pero el final de carrera quiso atizarme como la Breña me había atizado durante 27 km. A falta de 400 una esquina con no muy clara señalización me lleva por el camino equivocado y tengo que frenar en seco, volverme y reanudar la carrera, viéndome superado por el 6º, pero las fuerzas restantes apenas me daban para llegar a meta. No pudeapretarle para disputarle la posición faltando tan poco. Lo que no pudo arrebatarme en 28 km me lo birló una mala señalización. Me importa más bien poco, llego a meta sabiendo que hago podio y sobre todo con la incredulidad y felicidad en el rostro de cómo me había enfrentado a la Breña.
Satisfecho y con muchas imágenes en mi cabeza, toca subir escalón después de finalizar carrera, una vez más y segundo consecutivo...
¡VAMOS BUYO!
Comentarios
Publicar un comentario