Mis pies han pisado tierra...

Cuando uno está viviendo un sueño, a veces no sabe despertar para poner los pies en la tierra. La carrera de ayer, me ha hecho abrir los ojos.
En busca de los 29km marcados salía dispuesto a cumplir con mi objetivo, aunque sin  unas ganas exorbitadas. Pronto se iban a torcer las cosas, cuando descubro que he olvidado la botella de agua en casa y más aún cuando vuelvo hasta ella y me doy cuenta que me he dejado la llave puesta por dentro. Bien por mi. Más tarde la carrera acabaría antes de tiempo cuando mi móvil se apagó, ya que la noche anterior olvidé cargarlo. Todo un conjunto de despropósitos que no hicieron más que agravar la situación y causa real del desastre de la carrera de ayer: el frío y el viento. El problema viene cuando el sudor ya ha calado y tienes un viento a menos de 5º que te corta cuando llega de frente. A los 20km me paso por casa para recuperar el agua y cargar un poco el móvil, con la intención de seguir unos km. Mis intenciones eran buenas, pero mi sentido común las superó. Y menos mal que así fue, porque la tarde la pasé entre escalofríos, fiebre y un dolor de cabeza tan agudo, que me provocaba nauseas. 
Esta es la otra cara de la moneda a la que me enfrento en mi entrenamiento. Cada vez que el cuentakilómetros atraviesa el umbral de la media maratón, el cuerpo pasa factura fatigado por el esfuerzo prolongado. Hoy toca, por qué no, saborear el amargo sabor de la pesadumbre y disfrutar de la bofetada recibida por mi mirada altanera a tan arduo reto. Y, ¿sabéis por qué voy a saborear y disfrutar este momento? Porque esta noche pienso cerrar los ojos y seguir con mi sueño...





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