La soledad y yo...


Cae el sol inexorablemente por el horizonte y la oscuridad se apodera del cielo a la espera de la aparición del brillo de una luna que no llega. Salgo a correr. Hoy buscando alcanzar 25 km. Comienzo mi ruta observando a mi alrededor. No hay nadie. Unos km más adelante vuelvo a girar la cabeza en busca de compañía. Nada. Se repite la acción durante toda la carrera con el mismo resultado. 
Sólo me acompaña mi sombra que se va alargando a medida que me alejo de la luz tenue de cada farola que dejo atrás. A veces ni eso. 
La noche hace que uno se de cuenta que la única y fiel compañera que no falta a mi cita con el asfalto es la soledad. Es esa que no quieres que te abandone cuando el aire te falta y comienzan los calambres. Es esa que sientes que la llevas aún más dentro cuando la carretera se torna cuesta arriba. Es esa que te pregunta por qué la vas a buscar día a día a la calle. Es esa que te hace sonreir cuando paras el crono y compruebas que una vez más has cumplido tu objetivo.


Hoy la soledad me ha llevado más allá de donde podía. A un ritmo cada vez menos asequible, la tentación siempre fuerte aparecía cerca del km 20 cuando pasaba justo por delante de mi casa. Por encima de las 2 horas aguantaba las últimas zancadas que se tuvieron que multiplicar para hacer que sumaran los km. Y por fin, la soledad y yo nos arrastramos por los metros finales para despedirnos en el km 25. Nos decimos adiós con los km haciendo mella en el gesto, pero justo antes de irse, me hace caer en la cuenta que una pequeña sonrisa aparece en mi rostro..."Otro objetivo cumplido...te veré mañana"...



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